domingo, 31 de marzo de 2013

La pasión de Cristo al éstilo iztapalapense

Jesús Flores, se convirtió en el Cristo número 170 de Iztapalapa
La celebración de la pasión de Cristo de Iztapalapa es una tradición que se remonta al año de 1843, tiempo en el cual, un brote de cólera azotó al poblado de esta región. Es entonces, cuando se dirigen al “Señor de la cuevita” prometiendo representar el vía crucis de Cristo a cambio de que se terminara su tormento. Y es así como año con año, miles de personas se dan cita en los alrededores del Cerro de la Estrella para ver esta gran escenificación.

Pero esta celebración va más allá de lo que podemos observar en estos días de semana santa, es un trabajo constante en el que se requiere estar preparado tanto física como mentalmente, pues es una gran responsabilidad convertirse en el Cristo de Iztapalapa.

Jesús Flores Domínguez, a sus 25 años de edad, se convirtió en el centro de atención para muchos, pues tuvo que dejar de lado las herramientas y el overol con manchas de aceite -mecánico de profesión- por una cruz que pesaba alrededor de 90 kilos y una tunica blanca que al paso del tiempo, se iría tiñendo de color rojo sangre por los azotes que recibiría a lo largo de su camino.

Algunas personas esperan que después de la crucifixión se tornen grises las nubes o se presente algún otro tipo de evento inesperado, tal y como estamos acostumbrados a ver en las películas de Hollywood, pero en esta ocasión no fue el caso, pues lucía un cielo despejado y los rayos del sol no se hicieron esperar, no impidiendo así, que la gente fuera a echar un vistazo aunque sea por un momento.

Para muchos, al menos para los católicos, es una semana en la que se tiene que guardar, un momento en el cual debemos reflexionar; para otros, es una semana que se aprovecha para salir de vacaciones y pasar tiempo de calidad con la familia o amigos que tal vez por la rutina diaria de nuestras vidas, no nos lo permite. De cualquier forma, la representación de la semana santa, lo que conlleva la pasión, muerte y resurrección de Cristo, es una tradición cultural que refuerza el sentido de pertenencia de los habitantes de Iztapalapa y que perdurará por muchos años más.

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